ORIGEN DE LAS PATENTES

Conociendo sobre Patentes

El concepto de patente (del latín patere, abierto al público) surgió 2.500 años atrás en la ciudad griega de Síbaris, para premiar con la exclusividad de explotación durante un año a los inventores de nuevos lujos.
Siglos más tarde, en 1474, la República de Venecia decreta la obligatoriedad de comunicar al Estado todas las invenciones que hayan sido llevadas a la práctica.



Si nos remontamos a años anteriores, la aparición de la imprenta va a tener un enorme influjo en el proceso de reconocimiento del Derecho de autor, ya que, aparecerá la concesión de privilegios, instrumento muy adecuado para facilitar el ejercicio de la censura; y esa vinculación se comprueba en toda Europa a partir de la primera mitad del siglo. Los privilegios se conceden al empresario que edita la obra, y no directamente al autor, bien en relación con obras determinadas, o bien con grupos de ellas.

También en lo que se refiere al grabado y a la música, la protección del derecho del artista se encuentra estrechamente vinculada a la aparición de medios difusores y reproductores nuevos, que son los que originan una contraposición entre el original y la copia.

Es con el impulso de las teorías del derecho natural cuando se toma conciencia de que la obra pertenece a su autor.[1] La recepción del derecho natural lleva a sostener que para percibir el provecho económico de su explotación, el autor, el creador, no necesita de ningún privilegio, porque la posibilidad de llevar a cabo esa explotación de la obra es algo que le pertenece de suyo.

Las primeras manifestaciones de protección jurídica a inventores surgen en la Edad Media, con un sector en el que se manifiesta un conjunto de intereses cuya tutela va a proporcionar precedentes y criterios que han de aplicarse mucho después a las primeras formas de protección de los inventores: es el sector de la explotación minera. En este sector se encuentra ya una idea esencial, que va a pasar a informar luego el derecho de patentes, que es la concesión al primer descubridor y al primer explotador de la mina. El principio de prioridad se encuentra consagrado en el derecho tradicional de minería.

Las formas más primitivas de protección al inventor se encuentran en la construcción de ingenieros hidráulicos, para cubrir las necesidades de las ciudades de las que constituyen un claro ejemplo Venecia, y en la invención y aplicación de aparatos en las explotaciones de minería, de la que existen interesantes muestras en los territorios alemanes.

Es a partir de aquí cuando los inventores empiezan a tener ciertos privilegios como la prohibición de imitar un invento sin el consentimiento del autor, las concesiones de fabricación, etc., sentando las bases para las posteriores



[1] Melini, Edwin. Aspectos doctrinarios y legales de la propiedad intelectual, p. 23-24

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